sábado, 18 de octubre de 2014

"RELATOS SALVAJES": Szifron, el pescador


Me cuentan los que pescan que la clave para capturar al animal es dar y tirar de sedal, anticipando sus movimientos, con firmeza pero delicado, convenciéndole a la postre de que se entregue. Qué es estéril resistirse. Que haga lo que haga, terminará en la buchaca. 

Sí, sí, parece fácil, me aclaran, pero en el toma y daca, es muy posible que el bicho gane la partida, la tanza tense demasiado y se rompa, siendo ya imposible recuperar al pez que se irá libre, lejos, muy lejos, de donde no volverá, pues sabe bien lo que hay.

Damián Szifron es un consumado pescador. De esos que podría dar mil y un consejos como los que apuntaba. Y todos impagables. Curtido en televisión (“Los Simuladores”, “Hermanos y Detectives”) donde el share te puede convertir, de un día para otro, en picadillo para surimi, sabe cómo hacer que el espectador muerda el anzuelo y ya no lo suelte jamás.

Damián Szifron, de pesca

“Relatos Salvajes” es paradigmática de cuanto digo. En ella las historias se tensan dramáticamente y se destensan con comicidad, para al final, de con un certero golpe dejarte como pez fuera del agua, desarmado y presa de quién te ha sabido guiar a donde no esperabas. 

Entre los valiosos aparejos del autor de “Tiempo de valientes”, encontraremos un manejo de las herramientas audiovisuales pasmoso, en el que aspectos como la fotografía, el montaje o los insertos musicales actúan en apoyo envidiable de unas historias que embaucan y prenden así definitivamente. 

El de la boda, el mejor de los relatos

Si tuviese que quedarme con uno de los relatos salvajes, ejemplificante de todo lo que comento, lo haría, sin dudarlo, con el último. Una mascletá de recursos narrativos que tensa hasta límites insospechados una historia que camina siempre al filo del abismo, y que bien podría romperse en cualquier instante, malográndose por ridícula con el consiguiente cabreo del personal, pero que su director (y guionista, y montador, y…) sabe coronar del único modo posible, después de habernos hecho vivenciar una montaña rusa de sensaciones. 

Visto lo cual, no me resisto, ningún inconveniente en seguir picándole, señor Szifron, me tiene usted en su red.


NOTA: 8/10

TÍTULO ORIGINAL: "Relatos Salvajes"

sábado, 11 de octubre de 2014

"PERDIDA": El asombroso David Fincher

Las preguntas que el personaje de Ben Affleck se hace en la escena que arranca y concluye “Perdida”, bien podría contestárselas Danny De Vito, recomendándole que viese el supremo plano final de su película “La Guerra de los Rose”, ese en el que la Turner y Michael Douglas terminan sepultados por la lámpara de araña después de repartirse estopa hasta el ultimísimo instante de aquel lisérgico filme.

Y es que no son pocas las concomitancias que comparten ambas películas. La primera, que desde hace los veinticinco años que separan ambos estrenos, no había visto una disección tan vitriólica y mala babera de la desintegración de un matrimonio. O de cómo el amor puede mutar en odio y éste llegar a todos sus psicóticos extremos. 




Por primera vez esa sonrisa de Affleck es exigencia de guión


También las dos cintas jugaban a ser caramelos envenenados, y bajo las pieles, a ratos del drama, la comedia y, claro, el thriller, el lobo se ocultaba en hechuras del cordero, pareciendo lo que no era; cuando en el fondo más oscuro, retorcido e insano, ambas disparaban a matar, aviesas, a todo atisbo de poesía y romanticismo, interesadas en demostrar que la vida idílica en pareja es tan antinatural como imposible, dadas las naturalezas intrínsecas de los hombres y las mujeres. 
No obstante, ahí podrían concluir las similitudes, pues, en su propuesta fílmica, las dos producciones discurren por derroteros muy diferentes. Obviamente, Fincher es un cineasta con personalidad propia. Probablemente, uno de los pocos autores del mainstream que sabe preservar sus esencias e imponerlas a quién sea, de modo que incluso sus proyectos menos afortunados, son piezas coherentes con el resto y con el propio discurso que el total de su obra está conformando casi desde el comienzo. 

Fincher dirigiendo

Así, en “Perdida” está el salto al vacío de “Alien 3”, el efectismo de “Seven”, el desasosiego de “The Game”, la audacia de “El club de la lucha”, los convencionalismos de “La habitación del pánico” o “Millenium”, la presuntuosidad de “Zodiac” y "El extraño caso de Benjamin Button", y la maestría de “La red social”
Pero sobre todo, lo que “Perdida” supone es la consagración de este tipo como gran contador de historias retadoras, que es a la postre por lo que debe medirse a un cineasta. Resulta extraordinariamente complicado enfrentarse a un relato como el que propone este filme, con sus idas y venidas, golpes de efecto, cargas de profundidad y afanes por no dejar puntada sin hilo, de modo que te lo zampes sin pestañear una sola vez en sus 149 minutos. En el envite, lógicamente, ha jugado un rol definitivo la filigrana guionística que Gillian Flynn ha realizado con su propia novela. Pero el asunto hay que ponerlo en pantalla, en las fisicidades de un casting protagónico no especialmente cualificado a priori. Y construir además un entretenimiento sin fisuras, destinado a ser evento cinematográfico y comidilla de tertulias cinéfilas. 

Rosamunde Pike, la asombrosa Amy

J. A. Bayona decía en un tuit que Fincher era el heredero del cine setentero de Lumet, Pollack y Pakula. No puedo estar más de acuerdo. Contadores de historias complejas, poliédricas, incómodas, con morales que se pasean por filos cortantes, ahondadores de las naturalezas humanas, autores de pulso firme y paridores, en fin, de productos con poso, adultos, de los que ya no quedan en este mundo cada vez más políticamente correcto, conquistado por la mojigatería made in Walt Disney.


NOTA: 9/10

TÍTULO ORIGINAL: Gone Girl